
"Cosita" Romero y los expedicionarios tejen relaciones y confianza en las costas.
Daniel Tirso Fiorotto (*)
El músico Mariano Martínez contó sensaciones de la expedición por el Paraná y valoró los paisajes y la recepción de los costeros a los remeros. Los “Cositas” están logrando que volvamos la mirada a un río que no reconoce fronteras.
Con todos los sentidos en tensión, muchas familias del litoral se juntan en estos días a la vera del río Paraná para conversar y celebrar el encuentro. Hacen causa común. Piden cuidar la ecología y la soberanía, pero hay algo que no piden sino que practican y difunden: la recuperación de la cuenca como columna vertebral comunitaria.
Es una expedición de remeros la que despierta la atención y reúne a diversas personas y organizaciones. Entre ellos, Luis “Cosita” Romero, el veterano del río que hace casi tres décadas realizó una proeza original junto a su par Raúl Rocco, que hoy rema desde la memoria, para salvar el Paraná del represamiento.
Entonces, otra expedición llamada “Alerta Litoral” capitaneada por Eduardo Riera, constituida por una docena de navegantes en piraguas y kayacs de Goya a La Paz, de allí a Paraná y Santa Fe, para rechazar la represa. El mismo Riera había participado con otros de la movida Pacis Nunti hace 40 años, por la paz, de Brasilia a Buenos Aires.
También algunos jóvenes de la organización “El Agua manda” surcaron los ríos de la cuenca, hace veinte años, con la intención de denunciar los maltratos a la biodiversidad y difundir saberes y expectativas de comunidades costeras.
Las asambleas vecinales ecologistas de Paraná y de Gualeguaychú, en las que cuajaron estas rebeliones, han jalonado la lucha ambiental y son madres de otras numerosas asambleas a lo largo y lo ancho del país. Las asambleas ciudadanas y ambientales son la gran novedad democrática de la Argentina en estas décadas.
El músico Mariano Martínez, de la agrupación El Combo Mutante, bajó un par de días de la expedición para arreglar una licencia en su trabajo, y volver en seguida. Entonces aprovechamos para preguntarle por algunas vivencias en las primeras jornadas de la travesía a puro sol.
Mariano Martínez contó sensaciones de la expedición por el Paraná.
La emoción de El Cosechero
“La cosa arrancó en Formosa. Fue Cosita con Marthita Arriola, el Fran (Francisco Paredes), Nelson Yapura; hicieron un gesto en Clorinda con una navegación local en puerto Pilcomayo, primer puerto argentino bajando por el Paraguay. Ahí se inició todo, después Herradura hizo su gesto, Formosa capital también, pero no remamos ese tramo del Paraguay, por cuestiones de seguridad, ya que es frontera, y además corre muy lento. Nos iba a llevar muchos días, la mitad del plazo previsto para el recorrido; así que la decisión fue salir desde la Isla del Cerrito, en el Chaco”.
“Así fue, largamos de la Isla del Cerrito el domingo; ese primer trecho fue hasta Corrientes, un tramo como de 25 kilómetros más o menos. En Corrientes hubo un acto espectacular en la playa Malvinas Argentinas. Estaba toda la gente de veraneo, hacía mucho calor, se acercaron muchos; habló Cosita, habló Yano (Luciano Orellano), del Foro por la Recuperación del Paraná, de Rosario. Esa misma tarde cruzamos a Barranquera, allí hubo otro acto, con mucha gente también, incluso artistas en un escenario. Estuvo espectacular”.
“Hacer el camino de El Cosechero fue muy emocionante. Pasamos bajo el puente, entramos por el riacho Barranquera, todos cantaban El Cosechero… Hicimos la noche en el Club Náutico de Barranquera. Al otro día, por el mismo Barranquera vimos el puerto, quedamos azorados por el abandono que tiene todo eso, y salimos al río grande. La infraestructura que tiene nuestro país ahí, abandonada desde el ‘92, o del ‘95, cuando fue el desguace de los trenes y las vías navegables. Los silos de la Junta Nacional de Granos parecen una muralla de otra época. El puerto con los guinches, las barcazas, con toda esa infraestructura que había, todo en estado de abandono; grande el puerto de Barranquera, yo no lo conocía”.
Hasta Bella Vista
Mariano Martínez convivió con el paisaje ribereño toda su vida. Su propio padre, Miguel Ángel Martínez, el Zurdo, quiso que sus restos descansaran en las aguas del Paraná. Así como la embarcación en la que remaron Rocco y Romero en 1996 se llama “La enamorada del río”, una de las canoas que marcha río abajo en estos días se llama “La del Zurdo”. Las otras: “La Yaguarona”, “Salvemos al Paraná”, y tres kayak “guardianes de la remada”.
Pero escuchemos su relato. “Siguiendo por el riacho llegamos a Puerto Vilela donde nos esperaban los compañeros Chini y Cacho Peloso, ahí de las organizaciones de pescadores; nos recibieron con un agasajo, un refresco. Porque la verdad que el calor es tremendo. De ahí salimos al Paraná. Nos acompañó Prefectura un tramo. Nos cruzamos con las barcazas que van y vienen, fuimos buscando el rumbo, tuvimos que navegar 50 kilómetros hasta Empedrado. Eso fue largo, llegamos a la noche, con la caída del sol. Ahí las barrancas de Empedrado son un sueño. Parecen esculturas gigantescas a la vera del río, impresionante también”.
“Y entramos a Empedrado como a las ocho de la noche. Después de descansar, al otro día arrancamos a Puerto Piracuacito, que queda en un recodo como de 90 grados que hace el Paraná, pegando contra la costa Santafesina. Este paraje, a unos 20 kilómetros de Florencia, está habitado por gente de la pesca. También hay operadores turísticos, hay algunas cabañas que ofrecen pesca de costa. Es muy impresionante ahí cómo da vuelta el río, cómo pega, y cómo se ve de grande, anchísimo. Tuvimos una asamblea con toda la gente, con los pescadores, ya que Yapura es el representante de todas esas organizaciones. El recibimiento fue espectacular. Pasamos la noche asambleando, hablando de todos estos temas, y al otro día arrancamos y llegamos a Bella Vista. Calor, calor tremendo, pero bueno: tenemos que ir buscándole la vuelta porque si no se nos pasa el día y se nos atrasa el cronograma”.
“Un rato a remo, un rato al garete, un rato a motor, llegamos a Bella Vista. Se venía una tormenta pero no llegó nunca al río. Nos fue bien… Ojalá esto se vaya agrandando y la gente vaya tomando conciencia de la onda”.
Bella Vista atesora momentos imborrables para la vida cultural del litoral. Allí el arte y el río renuevan su unidad cada año, cuando se recuerda a tantos artistas chamameceros queridos que entregaron su vida al cauce.
Vuelven los pagos
El calor extremo ha puesto a prueba a los manifestantes. Las embarcaciones con techo amortiguan un poco el impacto. Como bien lo expresa Mariano Martínez, el remo genera conciencia, ayuda a conocer lugares cercanos pero que parecen remotos por nuestra distancia con el territorio, con el entorno; y desde ese conocimiento, permite alumbrar conciencias.
A los remeros nombrados se suman Ernesto Núñez, Arian Enríquez Montiel, Elías Sigura, Luciano Salamone, Ernesto Marval, Matías Postai, entre otros y otras. Pertenecen a distintas organizaciones, a distintas provincias, y en verdad que han fogoneado el interés por el futuro de la cuenca. Sin dudas su objetivo ya se está cumpliendo, con creces.
Antes de que el poder colonial organizara a las sociedades en partidos y provincias, con los ríos por fronteras, lo hizo en “pagos”, con los ríos al medio, dando vida. Lo ha explicado César Pibernus, para desarmar la idea tan difundida de que estas provincias siempre fueron así. Es común pensar que el ser humano no hizo más que establecerse y aprovechar lo que había, porque el dibujo ya estaba. Una creencia sin fundamento. Si los pueblos ancestrales se asentaron en las orillas e hicieron de los ríos, plazas, jamás aduanas como hoy.
Con esta gran remada que hace historia en 2025 vuelve a tomar forma el pago, la región, la querencia, con el río en el medio besando las costas, besando las poblaciones costeras, renovando los ciclos de bajante y creciente, insuflando vida al paisaje.
Remar cantando “Barranquera ya se ve, en la costa un acordeón gimiendo va su lento chamamé”, en memoria del autor de El Cosechero, Ramón Ayala, ha sido una experiencia inolvidable para los expedicionarios.
“El Mensú” entregó su vida a la pintura, la poesía, el cancionero, cruzado por el río. Los remeros y todos los que alientan la conciencia ecológica y soberana repudian la mirada reduccionista de la cuenca, y la creencia de los sucesivos gobiernos en los supuestos auxilios del gran capital, es decir, en los grupos de poder que están en las antípodas de los isleros y costeros, esas mujeres y esos hombres que cultivan todavía antiguas tradiciones de hospitalidad y trabajo colectivo, esa gente ensamblada en el paisaje que pretende preservarlo para los nietos de esta generación y para sus nietos, y más aún: para el paisaje mismo. Todos los pueblos de aquí, sean el guaraní, el chaná, el charrúa y los demás, han sido orilleros, canoeros. Esas culturas constituyen un torrente y de tanto en tanto se manifiestan desde lo más hondo de las conciencias.
Metáfora perfecta
La travesía se llama Remar Contracorriente, por el agua, la vida y la soberanía. La metáfora es perfecta, porque los manifestantes reman aguas abajo, con la corriente a favor, es decir, con la biodiversidad a favor, pero contracorriente de la política, de la sociedad del estado con las multinacionales. “Bajo el modelo de la Hidrovía Paraná-Paraguay, el Paraná ha sido transformado en una autopista de explotación al servicio de grandes corporaciones, desconectándolo de su naturaleza viva y su rol esencial como proveedor de agua, sustento y cultura. Hoy, ‘Remar Contracorriente por el Agua y la Vida’ se alza como un grito colectivo que rechaza este modelo de maldesarrollo”, se lee en el texto inaugural de la movida multisectorial.
Hace 25 años, los ecologistas Daniel Verzeñassi y Jorge Daneri nos advertían sobre el proyecto IIRSA (Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sur Americana), que seguían gobiernos de distintos países, con participación nula de las comunidades. Una de las perlitas de los mega proyectos de esa IIRSA era ya la hidrovía. Cómo habrá sido su poder, que distintas gestiones continuaron extendiendo concesiones y perdiendo el control sobre la cuenca, como un punto de confluencia de aquellos que decían estar enfrentados.
La gestión de la cuenca ha sido complicada y es un punto de debate permanente en el país. Desde 1994/95 comenzó un período privatizador del dragado y el balizamiento, no sin resistencia obrera. En la actualidad los manifestantes piden la derogación del nuevo llamado a licitación y alertan sobre las consecuencias ambientales del dragado profundo, mientras Estados Unidos, China y Europa parecen disputarse los despojos de la Argentina con lobbys indecibles.
En esta ocasión sobresale la participación de una organización denominada Red Eclesial Justicia y Paz en la Patria Grande, que pretende articular acciones con otros 33 países en defensa de los bienes comunes, y llama a una gobernanza participativa de las cuencas.
Las y los “Cositas”
“Cosita” Romero y la tropa de remeras y remeros vienen bajando por el Paraná. Gracias a sus estudios y su lucha, estamos volviendo a hablar de los puertos y sus dueños, las exportaciones y sus dueños, el río y sus dueños. Cuando las distintas gestiones, de la dictadura a esta parte, admitieron o generaron una deuda pública monstruosa, no explicaron que detrás de cada crédito y cada aplazamiento de los pagos había una concesión de soberanía que, con el tiempo, podría tocarse. La entrega de la gestión de la cuenca del Paraná está a la vista, pero la energía de los “Cosita” y los Rocco sigue calentando las conciencias. Un colectivo de remeros está rompiendo los compartimentos estancos de los saberes ancestrales, las artes, la biodiversidad, la soberanía, y tiene todo un río inmenso que empuja a favor de una corriente milenaria, a contracorriente de la moda economicista que se ha hecho larga. Un colectivo de jóvenes en cuerpo y alma se está metiendo de lleno en debates geopolíticos que tienen vedada la participación comunitaria. Los poderes disputan un negocio de miles de millones de dólares anuales, disputan coimas siderales, y disputan el control de una autopista envidiable para el transporte de las riquezas, como poquitas en el mundo. Pero las y los “Cositas” no ven hidrovía, no ven autopista, ven más allá, ven la maravillosa complejidad de un río, de una cuenca en la que somos tributarios.
(*): periodista, publicada en Uno.