
Cintia pasó la mitad de su vida sin saber qué era del mundo, a qué sabía la aventura, de qué modo se movían los cuerpos en las calles, qué era un enamoramiento. Cintia no tuvo novio, todavía.
Cuando tenía 13 años su padre, Horacio Coccoz, resguardó a todos los suyos, Cintia, sus cuatro hermanos, su madre, en los límites de las paredes del hogar familiar, una casa modesta, en el centro de Gobernador Mansilla,
Cintia ahora tiene 26 años, y la mitad de la vida puesta entre paréntesis. El 6 de noviembre tomó una decisión que nunca pensó que podría tomar: enfrentó a su padre por última vez, y dijo que se marchaba, y se marchó. Fue a ver a la jueza de Paz de Mansilla, Eldel Marilin Solda, y le pidió un lugar adonde ir, adonde vivir. Le pidió ayuda.
La jueza tomó el teléfono y llamó al director del Hospital Nuestra Señora del Carmen, Franco Warlet, y le pidió que la alojara allí, mientras se veía qué hacer con la chica, y su familia. Después, le dio intervención al juez Gastón Agotegaray, titular del Juzgado Civil y Comercial de Rosario del Tala.
Desde entonces, Cintia “vive” en el hospital, por orden judicial.
Coccoz eligió vivir de ese modo, aislado del resto del mundo, él y su familia, a finales de los años ‘90. Desde entonces, no se ve a ninguno de los suyos recorrer las calles de Mansilla; él se encarga de todo, y de ese modo, cree, protege a los suyos. De sus cinco hijos, sólo la mayor, de 30 años, consiguió concluir el secundario; el resto, no, por propia decisión del padre, que los aisló socialmente.
Pero Cintia en algún momento supo que ése no era el estilo de vida que quería para ella, y empezó a planteárselo al padre. Aunque nunca fue conciente del paso que finalmente dio: a sus 26 años el único mundo posible que conoce es el de su familia, no ha frecuentado otros ambientes, y tiene dificultades para dialogar con extraños. Y por eso, está siendo asistida por dos psicólogos, de la Municipalidad de Mansilla y del Hospital Psiquiátrico Liners, de Rosario del Tala.
El padre, en tanto, comenzó a batallar para logar que vuelva a la casa.
“Se enojó mucho por esta situación -confesó una fuente que está siguiendo de cerca el caso-. El argumenta que no se lo respeta, que cada uno tiene el estilo de vida que quiere, que ellos eligieron el suyo. Dice que los demás no respetamos su modo de vida. Y que ellos saben por qué viven así. Cuando le preguntaron por que habían elegido vivir así, se enojó, y dijo que no entendía por qué los demás querían imponerles un estilo de vida”.
Coccoz sufrió la cárcel durante la última dictadura -Javier, uno de sus hermanos, integrante del comando de inteligencia del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), integra la lista de desaparecidos- y hay quienes entreven que de aquella situación arrastra un trauma. En los últimos días, acudió al Hospital de Mansilla con el fin de llevarse a su hija de vuelta a su casa, pero no lo consiguió. Argumentó que quiere mantenerla a salvo de los acosadores, de quienes los persiguen, enviados, dijo, no sabe por quién, ni con qué fin.
-¿Quiénes cree que pueden ser los que los persiguen?- le preguntaron a Coccoz.
-No sé, eso tienen que preguntárselo al que los manda; el que manda a esa gente para que me controle.
La chica por ahora seguirá alojada en el Hospital hasta que se resuelva su situación, y una vez que se tenga el informe por escrito de los peritos que la evaluaron en el Hospital Escuela de Salud Mental Antonio Roballos, de Paraná, el juez Agotegaray resolverá qué destino le da.
De igual modo, la situación es muy compleja. Aunque han manifestado sus deseos de auxiliarla económicamente, ninguno de sus tíos paternos están dispuestos a darle alojamiento; no obstante, también se han interesado por su situación cuatro hermanos, fruto de un matrimonio anterior de la madre; dos radicados en Buenos Aires, y otros dos en Mansilla.
La Justicia, en forma preventiva, dispuso que Cintia quede en el Hospital Nuestra Señora del Carmen, mientras aguarda que la Municipalidad dé curso a la orden de conseguirle un lugar adonde ir a vivir. “La chica no quiere volver más a su casa, ni quiere saber nada de sus hermanos, al menos por ahora. Dice que cuando esté realmente preparada, va a volver a hablar con ellos, pero por ahora no. Lo único que quiere es rehacer su vida, no quiere saber nada de la vida que tenía antes. Quiere independizarse, tener una vida normal”, cuentan en Mansilla quienes la tratan a diario.
Nadie, ni los funcionarios del Ejecutivo ni los judiciales saben muy bien de qué modo moverse con este caso.
No hay delito, no hay abuso, sólo la decisión de un padre que, se cree en su paranoia, aislar a su familia de todo contacto social. Ninguno ha permanecido así de modo forzado, con las cerraduras puestas en las puertas; sólo ha sido la formación que recibieron lo que los llevó a aceptar ese modo de vida.
Por estas horas, la Justicia está evaluando de qué modo encuadrar la situación de Cintia. Un camino podría ser violencia de género, o privación de la libertad, pero hasta ahora ninguna decisión se ha tomado, publicó El Diario.