
Por J.C.E. (*)
Con Joaquín Lavado, Quino para todos, se va un fino analista y hasta editorialista de la realidad de Argentina y del mundo, expresado a través de personajes emblemáticos a los que dotó de características propias que definían el amplio abanico del pensamiento argentino con el toque magistral de encarnarlos en niños.
Mafalda, la niña de las preguntas incómodas y respuestas lapidarias, definió de alguna manera la voz crítica de Quino, y sus intervenciones en temas “reservados para adultos” sacaban a la luz cosas de las que muchas veces los adultos no hablaban pero que, al llegar desde una caricatura a primera vista infantil, los animaba a tomar posiciones, es decir, Quino también hizo docencia.
La gente, como solemos decir, el ciudadano de a pie, se identificó con los personajes de Quino y hasta repetía en la charla diaria bocadillos de alguno de ellos.
Sin dudas habremos escuchado a mujeres que se autodefinen como Susanitas, la niña apegada a usos y costumbres de familia típica de clase media que sueña con repetir el modelo, esto es tener un romance, casarse, tener hijos, un marido que trabaje para mantener a la familia y ella dedicarse a actividades sociales que la deslumbran.
Y seguramente conocemos a algunos Manolitos, hijo y aprendiz precoz de Don Manolo, su padre gallego almacenero que sostiene que nada se pierde. En fin, Quino con maestría tomó de la sociedad modelos y estereotipos que hacen a nuestra cotidianidad y les aportó un discurso que los identifica. Así sucede también con Felipe y con la pequeña y revolucionaria Libertad.
Del mismo modo los padres y Guille, el hermano pequeño de Mafalda se entroncan en la realidad concebida por Quino.
Indudablemente Inodoro Pereyra con Mendieta, los personajes de Fontanarrosa y Mafalda y sus amigos, de Quino, han aportado a nuestra sociedad un material gráfico a todas luces irrepetible donde psicología, sociología y filosofía se aúnan para definir perfiles que nos son propios.
En un país de márgenes cada vez más difusos, de discursos cada vez más confusos, dos genios de la historieta como Fontanarrosa y Quino, los dos lamentablemente ausentes, han creado espacios desde donde se dice lo que en los espacios en que las cosas deben decirse, no se dicen y así, siempre con una sonrisa a flor de labios, el ciudadano de a pie va tomando conciencia de realidades que habitualmente no le son explicitadas desde los centros de poder, sea este cual fuere.
Pero centrándonos en Quino que es el reciente ausente, digamos que ha abierto caminos de comprensión desde la ironía y la inocencia gestadas en mentes infantiles con una proyección que no lo es tanto.
Joaquín Lavado nos ha enseñado, entre otras cosas, que contrariamente a lo que creyeron algunos en los años de plomo, la inocencia de un niño que dice algunas cosas puede más que las jinetas y el fusil.
(*) Especial para ANALISIS.