
Cómo funciona la consigna "Quedate en casa" en un asentamiento.
Por J.C.E.
(Especial para ANÁLISIS)
Leo en el digital de ANÁLISIS una columna de opinión firmada por la Licenciada en Trabajo Social María Victoria Cano. Más allá del coronavirus que con toda su gravedad a cuestas no es más que circunstancial, el trabajo de María Victoria me parece una elaboración ajustada a realidades con las que nos damos de frente todos los días y nos tomamos la licencia de seguir de largo.
La síntesis me parece apasionante, y dolorosa y ofensiva y receptora abierta a unas cuantas adjetivaciones más.
“Quedate en casa”, reza el hashtag sobre el que desarrolla su columna María Victoria, y se pregunta:
¿Qué casa?
¿Cómo es tu casa?
¿Cómo es tu cotidaneidad en esa casa?
¿Cómo habitás ese espacio?
¿Qué comodidades tiene?
Sin dudas preguntas inteligentes propias de una Licenciada en Trabajo Social y al mismo tiempo mujer de sensibilidad a flor de piel.
“¿Qué casa?” se pregunta la autora, porque convengamos que hay casas y casas y habitáculos que no deberían, por definición, llamarse “casas”.
Entonces, ¿dónde pretende el Presidente Fernández que se quede la gente? ¿Debajo de techos precarios donde las chapas de descarte, el cartón prensado y las cajas de mercadería que consiguen en los negocios comparten espacios? Una persona de clase media cuando habla de “casa”, se refiere a una construcción de mejor o peor calidad pero con los ambientes adecuados y las comodidades si no ideales, por lo menos contenedoras de las necesidades de un grupo familiar. Después, para arriba y para abajo, podemos encontrarnos con todo tipo de sorpresas. Las agradables, bienvenidas, el problema son las otras.
Me parece atendible y hasta plausible el trabajo que está llevando a cabo el Presidente, pero el problema sobrepasa a cualquiera.
Después María Victoria pregunta “¿Cómo es tu casa?” y ahí podríamos estar entrando en un terreno complicado para responder si la vivienda es humilde y careciente de comodidades elementales.
¿Cómo es tu cotidaneidad en esa casa? Vuelve a preguntar la autora y el tema se pone engorroso porque tendríamos otra vez que ver de qué casa hablamos, ¿la del barrio que menciona María Victoria donde sus habitantes encuentran mejor refugio en la calle o la casa confortable de clase media acomodada?
¿Cómo habitás ese espacio? Si insistimos en darle protagonismo a la pobreza, digamos que será harto difícil encontrar una respuesta que satisfaga nuestras expectativas.
Y por último la autora pregunta ¿“Qué comodidades tiene”? y seguimos dando vueltas sobre el mismo tema, generalizar sería equivocarse.
Les cuento una anécdota que ocurrió en un programa de radio que yo producía y conducía. En tiempo preelectoral me visitó un candidato a intendente y me contó las visitas que con su equipo realizaban a los barrios más humildes de la ciudad. En determinado momento, cuando estaba hablando de las condiciones paupérrimas en que vivían determinadas familias, estalló en llanto, pedí una pausa y traté de tranquilizarlo y charlamos fuera de micrófono. Le pregunté en qué se movilizaba, me respondió que en su auto particular de una marca alemana, le pregunté qué haría cuando llegara a su casa –era pleno mediodía-, me respondió que se daría una ducha y se cambiaría de ropa, después compartiría la mesa con la familia. Entonces entendí el llanto, llanto de impotencia y hasta de vergüenza diría al comparar inevitablemente las condiciones de vida de la gente que había visitado para pedirle el voto y, como dice María Victoria, su cotidianeidad.
Por eso la propuesta del hashtag nos puede sumir en complicaciones. A veces se hace difícil responder y muchas veces te encontrás con las Matilde de María Victoria y terminás descolocado. No se te cruza por la cabeza que la gente, el común de la gente ignore temas que para vos y muchos como vos son centrales, y te responden sin un atisbo de vergüenza porque su vida pasa por otros carriles, todos los que provee la pobreza, la marginalidad, la desnutrición, el analfabetismo y cuantas carencias puedas imaginar o no.
Por eso no es tan sencillo como enunciarlo a “quedate en tu casa”, y sin apoyo por donde pase la educación será seguramente difícil hacerse entender y hacer entender el trance por el que estamos atravesando.
Gracias María Victoria por tu trabajo. Es esclarecedor.