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La suerte en el proceso penal

Por Marciano Martínez (*)

Un componente de la vida humana es la suerte y la mala suerte. En el Derecho, como es vida humana objetivada,  también  existe. Y en nuestro Código Penal está legislada, por ejemplo,  en la Tentativa. “El que con el fin de cometer un delito determinado comienza su ejecución, pero no la consuma  por circunstancias ajenas a su voluntad...” la pena se disminuye de un tercio a la mitad.

Vi una película sueca sobre un homicidio y seguí atentamente el proceso de investigación  que es donde se produce con mayor asiduidad la suerte o la mala suerte.

Cuando terminó la película me puse a pensar sobre la suerte en los homicidios en que intervine como abogado defensor.  Fue el sábado a primera hora y el lunes recibí un llamado telefónico de un defendido mío. Me sorprendió mucho porque había pensado en él,  porque agarré la defensa cuando ya se había terminado la instrucción formal y se hacía el juicio oral en Paraná.

Estaba procesado por el delito de homicidio agravado por alevosía. El hecho imputado relataba que había matado a un hombre que estaba caído en el suelo, indefenso, que le había disparado desde arriba, a una distancia de un metro y el disparo penetró  en el centro de la parte superior de la cabeza. 

Fui a la cárcel y cuando nos encontramos le dije que lo iba a defender, porque me lo había pedido un amigo y mirándolo pedí que me contara el hecho como lo recordaba, sin agregarle nada y sin defenderse. Esta misma declaración la hizo ante el Tribunal cuando fue indagado. Al hecho lo relató así: “Soy agente de Policía y estaba de guardia cuando vino un vecino a denunciar al finado porque con las patas delantera de su caballo le abolló el capot y le rompió el parabrisas. El jefe ordenó la detención. Todos lo conocíamos porque era muy peleador y andaba armado con un cuchillo. Trabajaba de tropero en el campo. Recién lo encontramos  a la noche. Iba caminando con su mujer y ella llevaba un gurí en los brazos. Dos nos bajamos del jeep policial y cuando le dijimos que lo íbamos a detener agarró a su mujer, la puso adelante de él, le cruzó el brazo por el cuello y nos dijo que si lo deteníamos la iba a matar. Nos quedamos sorprendidos y mi compañero se metió en un jardín y lo quiso agarrar desde  atrás. Fue ahí donde le pegó una puñalada en la pierna y casi lo mata porque le cortó la arteria principal. Aprovechando el entrevero la mujer salió disparando con el hijo y se metió entre la gente que se había juntado. Yo lo enfrenté. Saque mi pistola, la cargué, le dije que tire el cuchillo. Me enfrentó, flexionó las piernas, se agachó para pegar el salto, yo veía solo la cabeza de él y el cuchillo que lo llevaba de punta. Y cuando quiso saltar, le tiré y cayó muerto”.  

Mi defendido había descripto lo que en esgrima criolla se llama El Agazape: es el salto de los felinos cuando atacan. Es imparable y es mortal.

La suerte de mi defendido no fue porque cambió de abogado, sino porque el abogado sabía lo que era el agazape, porque tenía una cultura criolla que le venía desde su bisabuelo. Y conocía la esgrima con el cuchillo, porque el padre del abogado era carnicero y el cuchillo y su uso y su esgrima, no eran cosas ajenas.

En el alegato probé con los testigos que hubo agazape por parte de la víctima y que no fue muerta porque estaba caída en el suelo. Murió peleando y muerto tenía el cuchillo en su mano derecha.

Cité mucha literatura entrerriana sobre el agazape y terminé esa parte de mi defensa leyendo al Martín Fierro, cuando pelea con un indio para defender a una cautiva: 

“Se debe ser precavido

cuando el indio se agazape;

en esa postura el tape

vale por cuatro o por cinco

como el tigre es para el brinco

y fácil que a uno lo atrape”.

El Tribunal comprendió lo que era el agazape y entendió que nunca el muerto estuvo caído en el suelo. Mi defendido fue absuelto. Y la suerte ayudó a que se hiciera justicia.

(*) Abogado defensor.

Este texto fue publicado originalmente en su perfil personal de Facebook.

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