Agresoras del mundo, unías

I. Lo leí acá, acá mismo, en un diario, en un sitio digital. “Dame el último beso, mi amor”, le dijo ella, y el pobre estúpido, infeliz, atontado por el golpe de la botella que su esposa le había partido recién en la cabeza, fue y accedió a su deseo. De una sola mordida, la mujer le arrancó el 60 por ciento de la lengua. Ahora andáte si querés