No se puede gobernar sin culpa, porque muchas veces las decisiones -aunque bien intencionadas- dejan sectores fuera de los beneficios. Analizados los resultados, aparecerán nuevas determinaciones para equilibrar (si es que prima la búsqueda del bien común). Es -se entiende- el círculo virtuoso que debería intentar el gobernante circunstancial. Lo que no debería existir es la posibilidad de gobernar con crueldad. Si así se hace, es solamente opresión, oprobio, dictadura. Las decisiones que producen daños irreparables no generan respeto, engendran miedo. Y con miedo es imposible avanzar hacia un desarrollo armonioso con paz social. Demoler símbolos es, lamentablemente, una muestra de la incapacidad de superar lo que ese símbolo representa y daña por completo la humanidad. En especial la del que manipula la maza.