Blanca Osuna trituró al Sindicato Unión de Obreros y Empleados Municipales (SUOYEM) con la intervención, paralizó a los otros dos gremios sumando sindicalistas a su gobierno y –aunque le crispe la idea- dejó de hablar de la herencia. Eso le ha permitido transitar este primer año de gestión sin demasiados sobresaltos. Sin embargo, el granizo le cayó por otro lado: en los últimos meses se desbarrancó la plata que viene de Nación y la inflación está pegando fuertísimo en una franja asalariada que suma un atraso sustancial en su poder adquisitivo. La basura sigue haciendo montañas en el “Volcadero de la vergüenza”, las cañerías explotan a cada rato y los pozos afloran en ramilletes, profundizando cada vez más una foto que data de la época de las carretas. El gobernador quiere una capital en serio pero dilapidó los cuatro años de la gestión anterior por cuitas de la interna peronista y ahora se viene con un estadio de 400 millones de pesos. Desde el propio entorno de la intendenta deslizan dudas sobre la calidad de los funcionarios que la rodean –con sus excepciones, por cierto- y ansían que el 2013 -con elecciones a cuestas, claro-, la copa derrame hacia la ciudad capital porque, por lo pronto, a Paraná le faltan hechos y le sobran enunciados, sobre todo cuando ya se consumió el 25 por ciento de la gestión.