Penas y olvidos

Ricardo Rizzo nunca pudo desconocer, por lo menos en parte, sobre lo que sucedía en el Hospital Militar de Paraná. No era “uno más” del lote de médicos que entraban y salían del nosocomio castrense, sino una persona con grado de teniente, o sea, un lugar que uno puede aceptar o no, como sucedió con tantos otros. Optó por un rango militar que le determinaba ciertas responsabilidades y le permitía acceso a información que no disponía el profesional civil que, a su vez, se desempeñaba en una clínica, en el Hospital San Martín o el San Roque. Pero también tenía la particularidad, en esos días de la dictadura, de ser el yerno de un suboficial de Ejército.