Snob, la dirigencia argentina trampea. Y trumpea. Participa de un reverdecer de la xenofobia al mismo tiempo que alienta un sistema económico con crecientes grados de extranjerización. Hay áreas vedadas a la discusión. Nadie se atreve a poner en tela de juicio la bondad de la inversión externa, a la que tan sinceramente apuesta el gobierno. Sin embargo, determinados indicadores colocan en entredicho esa estrategia de crecimiento. Es discutible, además, que la desnacionalización de la economía sea sinónimo de prosperidad. Las venas de la Argentina permanecen abiertas. Y el interior del país también se desangra producto de un colonialismo interno que se expresa, por ejemplo, en el régimen de coparticipación. Un informe elaborado en Córdoba da cuenta de los escasos criterios de solidaridad que gobiernan la distribución de los recursos fiscales en la Argentina. El mismo trabajo permite cuestionar la estrategia entrerriana durante el kirchnerismo, o sea, la idea de que el alineamiento acrítico acarreaba una lluvia de recursos. La comparación entre los fondos que recibieron las diferentes provincias desmiente que tal cosa haya sucedido.