Versión impresa del semanario 24/03/2010

El brigadier Rubén Di Bello (R) fue el gobernante de la última dictadura que más personal policial expulsó del Estado entrerriano; el que más estatales jubiló y cesanteó sin sumario previo, en poco más de dos años de mandato y el período en el que se produjeron más detenciones ilegales, desapariciones y crímenes, según pudo determinar ANALISIS. Antes de ser desplazado inventó una empresa y se hizo dar la exclusividad de ser el proveedor de combustible de YPF, en la Segunda Brigada Aérea, el aeropuerto de Paraná y Sauce Viejo, lo que llevó adelante hasta el 2007. Di Bello nunca habló ni dio explicaciones de lo sucedido durante su mandato. Las causas judiciales tramitadas en Paraná nunca lo rozaron y solamente lo citaron en el Juzgado Federal de Concepción del Uruguay. Mientras tanto, sigue caminando por las calles de la capital entrerriana como si nada hubiera sucedido.

César (Negro) Ledesma escribió el libro Irrecuperables, categoría con la que oscuros brujos catalogaron a los presos políticos confinados en los pabellones de cárceles en los que imperaba el trato más severo. Estampó en versos que el cristal de la memoria es de mágica fragilidad. Es cierto porque a veces parece que ya está todo dicho, que lo ocurrido le pasó a otros y no a uno, a la minoría y no a millones de argentinos en libertad condicional, humillante y dolorosa. Sin embargo, la fecha rearma a la quebradiza memoria. A 34 años es posible reunir trozos sueltos de la historia personal de cada cual. Nos animamos a encarar en ese intento mínimas crónicas de prisión, sin el afán de ser parte de las grandes corrientes discursivas sobre el tema.

“La chequera puede silenciar hasta dos meses antes de las elecciones, a partir de ahí comienzan a soltarse de boca y a tomar posiciones claras”, sintetizó en una entrevista con ANALISIS el senador provincial Santiago Gaitán (PJ- Paraná). “Busti está un poco exaltado, muchos de sus hombres fieles le han jugado una mala pasada, pero sus reflejos políticos están intactos”, aseguró luego. En el marco de la interna gremial que se avecina dijo que la actual conducción entregó el 15 por ciento de aumento para los trabajadores viales a cambio de la ayuda oficial para los comicios que vienen. Afirmó que las nuevas designaciones en el gobierno provincial son parte de la compra-venta oficial y que la disputa entre Urribarri y Busti está llegando a límites impensados y pone en riesgo el triunfo peronista. Habló de Moine, de los Solanas, de Irigoyen, de las traiciones y de las candidaturas nacionales: apoya a Duhalde y descarta a De Narváez y desechó la posibilidad de un golpe de Estado. No le gusta ver al alasinismo dentro del bustismo, aclaró, y advirtió finalmente: “Espero que Cotapa no se convierta en otro Santa Elena para los entrerrianos”.

En el Poder Judicial de Entre Ríos hubo cambio de autoridades pero no de prácticas. A pesar de cumplir con todas las formalidades, la Presidencia del alto cuerpo omite responder a una solicitud de información. Eso impide conocer si existe un registro de declaraciones juradas patrimoniales de magistrados y funcionarios judiciales previsto por ley. Se viola así un derecho consagrado por la Constitución provincial.

Como en probadas fórmulas que los editores de periódicos conocen bien, el kirchnerismo combina una economía moderada y una cultura progresista. Se trata de una mixtura que ensayan diarios y gobiernos: economía de derecha y cultura de izquierda. Es una opción que atiende el interés de públicos diversos. Es un menú que se cocina conforme las preferencias del cliente. Es un ardid eficaz: apenas si se ofende al poder real y esa tolerancia con el vigente estado de cosas termina siendo avalada por un universo al que se satisface por otra vía.

Que un centro clandestino de tortura haya funcionado en un establecimiento escolar no parece que fuera un absurdo de la reciente historia argentina. No lo es tanto como que hoy día esos lugares que fueron usados para prácticas siniestras formen parte cotidiana del escenario urbano que transitamos apacibles, como incluso una galería de arte del Estado. En Paraná no ha sido sistematizado aún lo que fuera el circuito represivo de la última dictadura militar, pero testimonios de los sobrevivientes, algunos aportados a la Justicia, comienzan a echar luz sobre los edificios públicos utilizados para el secuestro y los tormentos que aún se conservan casi anónimamente.

Memoria. Siempre la memoria. Memoria de los pueblos que adopta formas de extrañas conjugaciones, para que sean atesorados en una combinación de sentimientos, intereses y necesidades colectivas, fastos gloriosos y sucesos trascendentales, de esos que el imaginario se propone mantener vigentes, preservar y proteger. Pero también, y como correlato, para capturar y retener aquellos episodios que llenaron de estupor a la sociedad, enlodaron la nación y marcaron malamente el devenir de un país cuyos habitantes sintieron hasta lo más profundo el interminable dolor provocado por la sinrazón, la irracionalidad y la demencial puesta en práctica del más puro nihilismo.

Esa temprana mañana del 19 de octubre de 1925, las personas que atravesaban la Plaza 1º de Mayo en Paraná percibieron algo extraño. Por unas milésimas de segundos algo oscuro se cruzó por delante del sol. Más de uno tuvo una rara sensación, como si hubiera sido un pestañeo del cielo. Algunos volvieron a mirar, creyendo que se trataba de un ave o una nube pasajera. Pero no vieron nada.