Contra toda evidencia, la Presidenta comenta las elecciones tucumanas como si hubiesen sido un canto a la pureza. Lejanos los tiempos en que se escandalizaba con fogatas de urnas, la jefa de Estado carece de la estatura que le permitiría admitir lo que está a la vista. En cambio, arguye que sus contendientes no saben perder. Se trata de una posición endeble: no sólo la desmiente este tiempo, su tiempo, sino también la historia y sobre todo la construida por los argentinos a partir de 1983. Si la democracia se legitima con el consenso de los derrotados, nadie más que el peronismo, acostumbrado a conquistar el respaldo popular, debería celebrar la actitud de los que casi siempre pierden. En tanto, mientras el cuadro general muestra en el país y en la provincia ciertas ventajas para el oficialismo, Paraná luce como un territorio abierto a la competencia equilibrada. En la ciudad capital se discute si el radical Varisco, que generó un ruidoso hecho político con la incorporación del diputado peronista Hugo Vázquez, en efecto gana algo con semejante adquisición. El oficialismo, con la jefa municipal Blanca Osuna aspirando a su reelección, encontró allí una veta potencialmente rica para la polémica. El problema es que Vázquez es tan peronista como todos los demás, y además socio prominente de algunos de los aliados de la intendenta, los que en la primera fila de sus actossimulan entusiasmo por el proyecto local.