Sólo un pedido de reincorporación obra en poder de las autoridades de la UCR de Entre Ríos. Es el de un candidato de Santa Ana, departamento Federación, que pese a su compromiso partidario en su momento terminó apoyando la postulación de un hombre de otra fuerza para conducir los destinos de la Junta de Gobierno. Su caso, relativamente menor, es lo único concreto sobre lo que hoy pueden discutir los dirigentes radicales. Sin embargo, el congreso del último fin de semana los colocó en situación de dirimir un conflicto que, al margen de la veintena de situaciones individuales que involucra, supone toda una definición en términos de futuro. Aunque nadie se muestra particularmente dispuesto a revisar el pasado, la resolución del asunto conlleva una evaluación del recorrido partidario de los últimos años, de abundantes crisis en buena medida generadas por su perfomance en la gestión. Vocación de poder y fidelidad a los principios son componentes imprescindibles para una fuerza política moderna. El problema se suscita cuando ambos valores entran en conflicto, sobre todo porque no todos conciben de la misma manera la voluntad de poder ni interpretan del mismo modo la fidelidad a los principios. El radicalismo –el entrerriano en particular– se enfrenta actualmente a ese dilema.