En su realidad más próxima, los protagonistas de la política deshojan sus ambiciones midiendo tiempos y chances. Piensan y ejecutan inspirados en la ilusión vana, fantasía imposible, de tenerlo todo controlado. Sin embargo, los antecedentes demuestran que las tendencias locales están íntimamente conectadas con los escenarios nacionales, que juegan un papel poco menos que determinante. Ese cuadro nacional obligará a los actores locales a adoptar prevenciones, podría decirse, psiquiátricas. Es que el gobierno nacional se muestra cada vez más paranoico y detecta complots en cualquier sitio donde haya críticas, denuncias o acciones judiciales que, al margen de cualquier otra consideración, se inscriben perfectamente en el desenvolvimiento normal del Estado de Derecho. La oposición, desorientada, se extravía en el individualismo de sus dirigentes. En el tiempo de la política presuntamente recuperada, la dimensión colectiva de la actividad se desdibuja en beneficio del puro cálculo personal.